Soy una Charo. Me enteré hace poco. El diagnóstico lo hicieron un puñado de tipos en redes sociales basándose en lo que otro puñado de tipos llevan años diciendo. El concepto “Charo” data de 2011, aunque ha ido sumando acepciones. La primera noticia conocida que tenemos del término es la definición que un usuario hizo en el foro burbuja.info hace más de diez años: “Una Charo es una mujer soltera/divorciada, de más de 30 0 35 años, generalmente sin hijos, que se caracteriza por estar siempre amargada, vivir sola- bueno, con sus gatos-, que ha tenido, tiene y tendrá problemas de depresión, el Prozac es un clásico en su vida y su vida sexual se limita a un consolador de su color favorito. Es la mujer liberada que no necesita un hombre en su vida y ese rollo funcionó hasta que se le pasaron los 30 o 35 años, ahora está quemada de la vida y es, en el mejor de los casos, un juguete roto”. Son sobre todo los usuarios de los foros donde la misoginia es la reina, como burbuja.info o forocoches, los que siguen perfilando la definición de los que es una Charo. Hay hombres que te responden con un “ok, Charo” a las publicaciones en redes sociales en las que hablas de machismo, o bien citan tus tuits o tus textos y te señalan como Charo.
Me encantaría poder decir que el dinero es un bien de intercambio al que todas y todos podemos acceder por igual. Sin embargo, el dinero como moneda legitimada para absolutamente todas las transacciones que hacemos en el mundo tiene una línea histórica que debemos desandar para saber por qué se ha concentrado en manos de unas personas y no en las de otras. No me ocupa aquí las lecturas que pueden hacerse sobre las clases sociales, entre la riqueza y la pobreza en términos generales, pero sí hay una lectura acerca del sexo del dinero, citando el célebre libro (1986) de la psicóloga argentina Clara Coria, que me interesa para entender por qué en todo el mundo los varones lideran los puestos de percepción de ingresos elevados, y las mujeres- con sus hijos a cuestas- lideran las cifras de la pobreza. Las dos caras de una moneda son masculinas.
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